04 abril 2008

Silencios y condenas...

Mucho se ha hablado últimamente sobre condenas y minutos de silencios guardados o no por el atentado de ETA del 7 de marzo, en el que asesinaron a un militante del PSOE en Mondragón.

Mi opinión personal es que en este país existe libertad de expresión, por lo que no se puede obligar a anadie a posicionarse en algo, ya sea a favor o en contra. Este tipo de imposiciones obedecen a una lógica del «o conmigo o contra mí» con la que yo no caso.

Pero como siempre me embarullo a la hora de expresar mis opiniones y ahora no dispongo del tiempo necesario para currarme un escrito más o menos digno, pues tiro de copypaste y dejo un par de artículos aparecidos últimamente en la prensa.

El primero es un texto de Javier Ortiz publicado hoy en Público (valga la redundancia) y que lleva por título «Principios y fines». El segundo es una pequeña columna de Pablo Elorduy aparecido en la último número de Diagonal.

Ahí van.
Joven Frodo

«Principios y fines»
Por Javier Ortiz, 4 de abril de 2008.
(C) Diario Público.


«Despojemos la polémica de todos sus aditamentos circunstanciales. No hablemos de ETA, ni de ANV, ni del PSOE, ni del PNV, ni de Ezker Batua, ni de Aralar, ni de Zutik!, ni de Arrasate, ni del PP, ni de nadie, ni de nada en concreto. Quedémonos con el meollo de lo que algunos plantean como una cuestión de principios: ¿es ilícito tener tratos políticos con alguien que no ha condenado actuaciones criminales?

»Quizá sea necesario empezar por definir qué es y qué no es una actuación criminal. Tal vez se trate de un asunto de apreciación particular. Lo mismo matar a uno es la repera, según se mire, pero bombardear a cien que festejaban una boda sea sólo un lastimoso y excusable daño colateral. Lo mismo atentar contra un miembro del establishment constituye un espanto que obliga a replantear todas las estrategias políticas, pero asesinar a un insumiso represente tan sólo un accidente secundario. Cabe que tener tratos preferentes y babosos con estados criminales –e incluso venderles armas para que sean aún más y más eficazmente criminales– muestre que tenemos una astuta realpolitik, pero la dignidad nacional nos exija decirle a Chávez que se calle, venga o no a cuento.

»Hablemos de ética: ¿en qué le gana cualquiera de los Bush (abuelo, padre o hijo) a Idi Amin Dada, o a Bokasa? ¿Sabían ustedes que el abuelo de Bush financió a los nazis? ¿Que la gasolina texana llenaba los depósitos de la aviación de Franco? ¿Hablamos de Gernika?

»Y Zapatero suspira por verse con el ínfimo de los Bush.

»Admito que toda esa categorización relativista tan de moda responde a criterios que se me escapan. Yo no llego a tratos, porque no tengo nada que pactar, pero hablo con la gente del PSOE, y de ANV, y del PP, y del PNV, etc., etc., y me quedo tan ancho, porque sé a qué se dedican ellos y a qué me dedico yo, que por fortuna no he tenido que mostrar complicidad con ningún crimen. Ni gobernar con criminales. Ni firmar pactos internacionales con ellos.

»Lo que me resulta de traca es que de repente se me pongan muy serios y muy dignos y apelen a principios éticos.

Por lo que tengo visto, todos ellos saben mucho más de fines que de principios.»

«Minuto de silencio»
Por Pablo Elorduy. 3-16 de abril de 2008.
(CC) Periódico Diagonal.


«Antes del partido contra el Valladolid, en el día de las elecciones, se llevó a cabo en San Mamés un minuto de silencio por la muerte del ex concejal Carrasco. Es el primero que se hace en ese estadio por un asesinato de ETA. Fueron unos segundos, bastante alterados, y en seguida se cortó.

»El medio minuto ha dado para páginas de opinión, ha conseguido que los locutores se indignen de nuevo y le digan a su parroquia que hay que vivir sin miedo, etc. Esos segundos fueron un síntoma de que el Athletic ha superado la parálisis que durante años le impidió acoplarse a la corrección política. El escepticismo que provocan estas parafernalias a medio camino entre el folklore y el símbolo no está relacionado con el nacionalismo ni con una posición concreta respecto al conflicto. Es una crítica a la manipulación del lenguaje y a los códigos que se manejan como moneda corriente. La cuestión no es saber por qué no se ha hecho antes en Bilbao, sino plantearse qué necesidad hay de reglar esta clase de comportamientos, por qué cobran tanto significado los ademanes.

»Lo injusto es que, si se mide en minutos de silencio, el respeto por aquellos a los que mata ETA es infinitamente mayor que el que se tiene por las mujeres asesinadas por sus parejas y los muertos en accidente laboral. Los clubes otorgan a estas otras víctimas la misma importancia que los candidatos de PSOE y PP en los debates electorales, es decir, ninguna.

El significativo minuto del Athletic quizá sirva para que se vaya apagando la retórica beligerante y se ponga freno a las bravuconas conclusiones de tertulia acerca de la relación entre fútbol, sociedad y política en el País Vasco. Debería producirse el silencio necesario para que dejen de ser necesarios los minutos de silencio. Mientras tanto, en el estadio se señala el único requisito que hace falta para estar en el bando de los demócratas: mantenerse callado antes de que dé comienzo el espectáculo.»

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