14 septiembre 2009

Leonard Cohen nos deslumbra en Madrid

Sábado 12 de septiembre de 2009 a las 21.45h, entramos a la platea de un Palacio de los Deportes reconvertido en teatro por unas horas, y nos sentamos en las sillas que nos corresponden según la entrada, centradas y a mitad de pista. Todo parece perfecto pero me invade una gran inquietud, y es que mis expectativas son grandes, no sé si quizás demasiado. Espero que me deje con la boca abierta, y he leído críticas de otros conciertos de ésta gira en las que aseguran que lo ha dado todo en cada uno de ellos. Aún así, tengo mis dudas: ¿estará mayor?, ¿conservará esa voz, a veces susurrante a veces de ultratumba, que siempre me ha emocionado?, ¿estará ya agotado, después de más de un mes de gira? Todo son preguntas que no tardaré en responder.

A eso de las 22.00h, irrumpe en escena al trote (el resto de músicos ya están en sus respectivas posiciones), cual duendecillo del bosque pero con traje y sombrero, elegante como él sólo, mientras el público se levanta y aplaude al maestro. Yo espero en mi sitio, sentada pero nerviosa, hasta que arrancan los acordes de Dance Me To The End Of Love, como era de esperar, pues ha abierto todos los conciertos de la gira.

Termina la canción, y entre los aplausos, logro escucharle cuando confiesa: "No sé cuándo sucederá esto de nuevo, así que vamos a daros todo lo que tenemos" Y vaya que si lo dan. Desde el principio al final se suceden, uno tras otro, todos los grandes temas del poeta canadiense, interpretados majestuosamente por los integrantes de la banda y por él mismo. A Dance Me To The End Of Love siguen The Future, There Ain't No Cure For Love, o Everybody Knows entre otras, hasta que, con Waiting for the miracle, y la presentación de los músicos que le acompañan, da por finalizada la primera parte.

Después de un corto descanso, de unos 15 minutos, vuelve al escenario, a los teclados y acompañado por las tres coristas y Neil Larsen al órgano, para interpretar una sublime Tower of Song, a la que suceden, sin darnos tregua ni para respirar: Suzanne, Sisters of Mercy, un emotivo The Partisan con ovación incluida y todo el auditorio en pie, un Hallelujah coreado por todos los presentes, o un I’m Your Man, que nos dejó sin aliento, para cerrar el repertorio dedicándole a Lorca ese vals vienés tan especial: Take this Waltz.

Pero aquí no termina el espectáculo, y la gente se levanta de sus asientos y se acerca a consolarle cuando comienza a interpretar, emocionado, So Long, Marianne con la que da comienzo a la parte final, y que fue seguida de First we take Manhattan, y Famous blue raincoat, con la que abandona el escenario tras su: “Sinceramente, L. Cohen

Por si nos hubiera sabido a poco, y tras una sentida ovación de varios minutos, vuelve a salir de nuevo para interpretar If it be your will, Closing time y I tried to leave you, antes de terminar con Whither Thou Goest, que cantó junto a la banda y parte del equipo técnico a los que no paró de elogiar ni un momento y durante la que añadió: "Quiero daros las gracias por mantener vivas mis canciones todos estos años".

Cabe decir, que en todo momento expresa un profundo respeto hacia los músicos que le acompañan, en ocasiones arrodillado y en otras de pie, y quitándose literalmente el sombrero cada vez que el foco ilumina a cada uno de ellos durante sus interpretaciones en solitario. Todos son músicos excepcionales, y tienen sus minutos de gloria, pero merecen especial mención: Javier Mas (a la guitarra de doce cuerdas, la bandurria y el laúd), que al comienzo de Who By Fire, en la primera parte, nos deleita con un precioso solo de unos cuantos minutos de duración, con un único foco por iluminación, y que proyecta su sombra engrandecida sobre la cortina que decora el fondo del escenario; Sharon Robinson, colaboradora y gran compositora que ha acompañado a Cohen en numerosas ocasiones, y que interpreta maravillosamente Boogie Street, aparte de realizar los coros que acompañan todo el repertorio junto a las hermanas Webb; Hattie y Charley Webb, que cantan If it be your will, acompañadas de su arpa celta y su guitarra respectivamente, y precedidas de los mismos versos recitados por el propio Leonard Cohen; o el saxo y la harmónica de Dino Soldo que dan comienzo a There ain't no cure for love y So Long, Marianne.

En resumen, impresionante. Y es que, no solo no decepciona si no que es mucho más emotivo y sentido de lo que podía imaginar, haciéndome llegar incluso al borde de las lágrimas en algunas ocasiones. Y en respuesta a las preguntas que me planteaba en un principio: Si, está mayor, pero rejuvenece a cada instante, cantando sus poemas uno tras otro. Si, conserva esa voz grave y susurrante que le hace diferente a todos, incluso más rota que antes pero indiscutiblemente suya. Y no, no daba muestras de cansancio alguno, aguantando estoicamente en el escenario incluso en los momentos en que dejaba solos a sus acompañantes.

Por cierto, los que no habéis tenido la oportunidad de verle, deciros que todavía estáis a tiempo, pues toca mañana en Zaragoza, el 17 en Bilbao y el 21 en Barcelona, dónde celebrará sus 75 primaveras. Realmente merece la pena.

Lan

1 comentario:

Joven Frodo dijo...

¡Pedazo de set-list, sí señora! ¡Ahora sí que me dais envidia de la mala! Eso sí que es una pastaca bien invertida...