Los rednecks Hayseed Dixie fueron uno de los descubrimientos de la edición del 2008 del Azkena Rock Festival. Unos absolutos desconocidos que se quedaron con toda la peña que fue a verles. Creo que fue en la crónica del Ruta 66 donde dijeron que lo único que faltó en el concierto fue una conga. Palabras que, aplicadas al concierto de la sala Caracol, firmo yo mismo: Hayseed Dixie pusieron al público patas arriba con sus versiones en clave bluegrass de clásicos (y no tan clásicos) del rock.
La mini gira que Hayseed Dixie hicieron durante mayo (tres días en Barcelona, Madrid y Bilbao) estaba enmarcada en los actos de presentación de la edición de 2009 del Azkena (dentro de poco habrá crónica; hemos estado un poco perros últimamente). La gente de Last Tour International ha sido lista; vista su buena actuación y recibimiento en la edición del pasado año, ni siquiera el alto precio de las entradas (ya podrían hacer rebajas para los que hubiesen comprado el abono, por cierto) evitó que la sala Caracol estuviese prácticamente llena.
La conexión con el público fue instantánea; arrancaron como una locomotora con «Breaking the law», empezando así su recital de versiones de Black Sabbath, AC/DC, Sex Pistols o los Judas Priests, alternadas con canciones de cosecha propia de su séptimo trabajo No covers.
La verdad es que aunque siendo la segunda vez que les veíamos y disipado el efecto sorpresa, la actuación nos gustó tanto o más que en el Azkena de 2008. Se podría pensar que el que un grupo base su cancionero en versiones podría hacer que a la segunda o tercera vez te acabases cansando de la broma. Pero no, porque estos chicos dan mucho más que eso. Sí, es cierto que las canciones que la peña cantaba eran «Highway to Hell», «Masters of war», «Poison» o «Black dog», pero no es menos cierto que sus composiciones propias tenían la misma calidad que estas versiones. Sí, tiran de grandes éxitos y estos son el motor de sus conciertos, pero sus canciones están ahí y van ganando terreno en su repertorio.
Aquí, creo, ya es cosa de que el público crezca en la misma dirección del grupo, acepte sus cambios y deje de suspirar por las versiones, centrándose en todo lo bueno que tienen que ofrecernos. Porque estamos hablando de músicos con una gran pericia instrumental, que en el caso del bluegrass, es el quid de la cuestión. Asistir a un show de estos cuatro papanatas es asistir a lecciones magistrales de bajo acústico, mandolina, banjo, guitarra y violín, que son sus únicas armas. Y aún así, sus conciertos están llenos de pasión y fuerza cuando la cosa lo requiere, y saben jugar con el público, seguirle la bola y darle marcha cuando la pide.
Quiero más. ¿Qué tal una tercera vez?
Texto: Joven Frodo
Fotos: Alk
Fotos: Alk
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