04 noviembre 2008

Bettye LaVette, el resurgimiento de una joya oculta del soul

Pocos nombres suenan con tanta fuerza en el resurgir del soul en los últimos años como el de Bettye LaVette. Su carrera, a pesar de su meteórico despegue, se resintió pronto y fue condenada al ostracismo por una industria musical que no creyó en ella o que prefirió lanzar a otros artistas más pujantes. LaVette ha sobrevivido en el mundo de la música y ahora puede mirar atrás y hacerle un corte de mangas a los ejecutivos que la condenaron al olvido. I’ve Got My Own Hell to Raise fue el disco que la confirmó como nueva reina del soul.

Pero vayamos desde el principio. Nacida como Betty Haskin en Michigan (1946), LaVette se estrenó discográficamente a la edad de 16 años gracias a un single que subió al puesto número 7 en las listas de rhythm and blues: «My man (He’s a lovin’ man)». Entonces firmaba como Betty LaVett y acababa de ser descubierta por Johnnie Mae Matthews, tiburona del show bussines que ya había descubierto a figuras como The Temptations o The Supremes. Este éxito le permitió salir de gira con Ottis Redding o James Brown. Entonces, su manager murió en un extraño incidente con su propia pistola, lo que precipitó la salida de LaVette de Atlantic, tras grabar un segundo sencillo. Ni siquiera las presiones de Jerry Wexler fueron suficientes para que LaVette se quedase en el sello. Llegó a grabar un buen puñado de singles a lo largo de la década de los 60, pero ni cuando «Let me down easy» (1965), «He made a woman out of me» (1969) o «Do your duty» (1969) entraron en las listas de R&B consiguió un contrato en las diferentes discográficas para las que grabó.

«Let me down easy»: una joven LaVette
intentando abrise camino en el show bussines.

A principios de los 70 volvió a Atlantic, aunque la cosa no mejoró. Firmó, por fin, un contrato (con la filial Atco Records) y dejó grabado el que iba a ser su primer álbum, Child of the Seventies. Pero Atco decidió no publicar el disco, a pesar de que había sido precedido con dos sencillos de relativo éxito, entre ellos una versión de «Heart of gold» de Neil Young. Cree la propia Bettye que la compañía retuvo el álbum para no perjudicar a Aretha Franklin, una de las estrellas soul de la compañía. Esto supuso un nuevo bajón para la eterna promesa, lo que la empujó a sobrevivir en bares de mala muerte y en musicales como Bubbling Brown Sugar durante algunos años. Grabó unos cuantos singles, entre ellos «Doin’ the best that I can», su acercamiento al funk y a la música disco, con el que vivió un nuevo pequeño éxito en los círculos de los clubes de baile y que fue remezclado por Walter Gibbons.

En 1982 apareció su primer álbum, de las manos de la Motown, Tell Me a Lie. Con el volvió a las listas de éxitos, el single «Right in the middle (of falling in love)» alcanzó el número 35 en las listas de R&B. Aún así, la antigua forma de entender el soul no era lo que más éxito tenía en las emisoras, por lo que Bettye volvió a un nuevo retiro musical, sólo interrumpido por la publicación de Not Gonna Happen Twice (1991), que pasó sin pena ni gloria.

La cosa cambió en 1999, cuando Pilles Petard, coleccionista de soul y dueño de Art & Soul Records, descubrió los masters de Child of the Seventies. Pidió permiso a Atlantic para publicar el material. La edición salió a la calle, 23 años después, como Souvenirs y volvió a poner a LaVette en el ojo del huracán. Recibió muy buenas críticas y permitió a la diva moverse no sólo por los festivales europeos (de los que era habitual en los 90, testimonio de ello es Leave Me Down Easy In Concert, que recoge un directo en Holanda), sino de grandes eventos en EEUU que, hasta el momento, habían estado cerrados para ella.

A Woman Like Me, editado en 2003 por el sello Blue Express, fue una muestra de su poderío y de que Bettye volvía para quedarse. El disco fue producido por Dennis Walker, reputado productor de blues y fan de Bettye. Walter compuso la mayor parte del material, además de un par de versiones de Robert Cray (bluesman que también fue producido por Walker) y un tema propio de Lavette: «Hey, hey, baby (Bettye’s blues)». Un disco 100% soul y blues con un gran trabajo vocal: la garra con que LaVette se enfrentó a las composiciones de Walker hizo que muchos la comparasen con Otis Redding. Lo malo del álbum es el protagonismo excesivo de la banda en la ejecución de los temas: demasiado en primer plano y con unos músicos que parecen querer hacerse notar por encima de la cantante. Esto hace que el álbum se termine resintiendo y suene algo monótono y pesado.

La verdadera muestra de su fuerza fue I’ve Got My Own Hell to Raise (2005), su primera grabación para el sello Anti-. La cosa es que el director de Anti- vio a LaVette en un concierto y, al bajar del escenario ya tenía un contrato preparado, con la idea de que la cantante hiciese un álbum de versiones de canciones escritas por mujeres. LaVette se estuvo resistiendo un tiempo a la proposición, ya que, según ella, «las mujeres suelen escribir sobre dolor y compadecimiento [...] yo canto sobre mis anhelos, pero vivo mi infierno yo solita». Más claro, imposible. Finalmente, LaVette reescribió algunos textos y se puso manos a la obra. El resultado es impecable y toda la prensa musical se puso a sus pies. El álbum fue producido por Joe Henry, quien ha producido, entre otros, Don't Give Up On Me (2002), el aclamado álbum de regreso de Solomon Burke. El acierto fue pleno, ya que, en esta ocasión, la (excelente) banda se quedó en un segundo plano y las mezclas se centraron en la voz de Bettye, aguardentosa y rota, rebosante de fuerza y sentimiento.

El tremendo éxito de su álbum hizo que en Rhino (poseedor del catálogo de Atco) se pusiesen las pilas y publicasen una edición extendida de Child of the Seventies, esta vez con el título original: Child Of The Seventies: The Complete Atlantic/Atco Recordings (2006).

The Scene of the Crime fue su siguiente artefacto para Anti-. Un nuevo discazo en el que esta vez se hizo acompañar de Drive-By Truckers como banda de estudio. Resulta que David Hood, padre de Patterson Hood (líder de Drive-By Truckers) participó como bajista en las sesiones de Child of the Seventies. De hecho, el álbum se grabó en los FAME Studios, en Muscle Shoals (Alabama), herederos de los mismos en los que se grabó aquel. Se cerró el círculo, entonces. En este caso, el álbum ahonda en la fusión entre soul y rhythm and blues con rock sureño y country, hecho que se acentuó con la presencia de los Truckers. Igual que en el anterior, la presencia de los de Athens se relega a la de estricta banda de acompañamiento, labor que los Truckers bordan sin problemas, con ayuda del propio David Hood y Spooner Oldham (hoy, miembro oficial de los Truckers), entre otros. Entre los temas destaca «Before the money came (The battle of Bettye LaVette)», compuesta entre P. Hood y Bettye.

La veterana Lavette interpreta su éxito: «My man (He's a loving man)».

Dos tremendos discos que harán que el nombre de Bettye LaVette se quede grabado en la memoria colectiva. Casi 40 años después, por fin ha llegado su momento de gloria. Y esta vez parece que ha llegado para quedarse.
Joven Frodo

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