Amy Winehouse:
Back to black (Universal, 2006). Brutal álbum de la Winehouse. Con todo el revuelo mediático que ha creado a su alrededor no las tenía todas conmigo, me daba pereza escuchar su álbum. Ya me ocurrió con Pete Doherty: los Babysamples no me dicen nada de nada. Cosa diferente a Amy Winehouse. La chica ha firmado un brillante ejercicio de música negra con clase y estilo (estupendas las secciones de viento y las orquestaciones) que ha devuelto la confianza a quienes dábamos por perdido el R&B (el de verdad, no la horterada a la que ahora llaman R&B). Soul, R&B e incluso alguna canción con poso jamaiquino donde me parece volver a escuchar a las voces clásicas del género como
Aretha Franklin,
Otis Redding o
The Emotions. ¿Exagerado? Creo que no.
Maika Makovski:
Kraj so kóferot (Wild Punk, 2007). Otro de esos nuevos descubrimientos que últimamente escucho sin parar. Con una voz que cautiva desde el principio y una música sugerente y envolvente, nos puede recordar (sí, voy a ser obvio) a la primera
PJ Harvey (aunque Makovski tiene, en mi opinión, mayor registro que la estadounidense). Pero, como he leído por ahí o me ha comentado otra gente, si escarbamos más en ese sonido melancólico, pero en ocasiones lleno de fuerza y garra, podemos escuchar ecos de
Leonard Cohen,
Jeff Buckley o
Ani Di Franco. Las letras podrían ser mejores, pero también es cierto que transmiten lo que quieren transmitir sin artificios y eso no desmerece en absoluto el resultado final. Otra gran voz y otro gran disco.
Mary Weiss:
Dangerous game (Norton, 2007). El regreso de la
Shangri-La (a quienes, por cierto, Amy Winehouse ha citado como influencia) ha sido por la puerta grande. Avanzó con un single con mucho rock ‘n’ roll, en el que venía acompañada nada más y nada menos que por
The Reigning Sound. Eso, para mí, fue motivo suficiente para hincarle el diente al álbum con avidez. Sorpresa. El sonido tan rocanrolero se había apagado y los de Greg Cartwright se limitaron a cumplir de estupenda banda de acompañamiento. El álbum es muy bueno, tirando más por el pop que lo que adelantaba el single (eso que llaman
bubblegum pop, especialidad de los
girl-pop groups de los 60). Altamente disfrutable.
Amy Winehouse: Back to black (Universal, 2006). Brutal álbum de la Winehouse. Con todo el revuelo mediático que ha creado a su alrededor no las tenía todas conmigo, me daba pereza escuchar su álbum. Ya me ocurrió con Pete Doherty: los Babysamples no me dicen nada de nada. Cosa diferente a Amy Winehouse. La chica ha firmado un brillante ejercicio de música negra con clase y estilo (estupendas las secciones de viento y las orquestaciones) que ha devuelto la confianza a quienes dábamos por perdido el R&B (el de verdad, no la horterada a la que ahora llaman R&B). Soul, R&B e incluso alguna canción con poso jamaiquino donde me parece volver a escuchar a las voces clásicas del género como Aretha Franklin, Otis Redding o The Emotions. ¿Exagerado? Creo que no.
Maika Makovski: Kraj so kóferot (Wild Punk, 2007). Otro de esos nuevos descubrimientos que últimamente escucho sin parar. Con una voz que cautiva desde el principio y una música sugerente y envolvente, nos puede recordar (sí, voy a ser obvio) a la primera PJ Harvey (aunque Makovski tiene, en mi opinión, mayor registro que la estadounidense). Pero, como he leído por ahí o me ha comentado otra gente, si escarbamos más en ese sonido melancólico, pero en ocasiones lleno de fuerza y garra, podemos escuchar ecos de Leonard Cohen, Jeff Buckley o Ani Di Franco. Las letras podrían ser mejores, pero también es cierto que transmiten lo que quieren transmitir sin artificios y eso no desmerece en absoluto el resultado final. Otra gran voz y otro gran disco.
Mary Weiss: Dangerous game (Norton, 2007). El regreso de la Shangri-La (a quienes, por cierto, Amy Winehouse ha citado como influencia) ha sido por la puerta grande. Avanzó con un single con mucho rock ‘n’ roll, en el que venía acompañada nada más y nada menos que por The Reigning Sound. Eso, para mí, fue motivo suficiente para hincarle el diente al álbum con avidez. Sorpresa. El sonido tan rocanrolero se había apagado y los de Greg Cartwright se limitaron a cumplir de estupenda banda de acompañamiento. El álbum es muy bueno, tirando más por el pop que lo que adelantaba el single (eso que llaman bubblegum pop, especialidad de los girl-pop groups de los 60). Altamente disfrutable.
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