23 julio 2008

Bob Dylan en Optimus Alive - Algés (Portugal) 11/07/2008

Bob Dylan en el Optimus Alive (Foto de Blitz Magazine)

Con las mismas ganas que de ver a Neil Young me presenté en el Optimus Alive para ver a Bob Dylan. Guardaba muy buen recuerdo de su concierto en el festival que montó en el Monte do Gozo la Xunta de Galicia con motivo del nosecuantos aniversario del Xacobeo.

Tenía claro que el concierto no iba a ser un fiasco. Cierto es que Bob Dylan es imprevisible y que sus conciertos son auténticos retos para los fans, principalmente por aquello de hacer irreconocibles versiones de sus canciones. Algo que mucha gente critica, pero que a mí me parece no sólo estupendo, sino que viniendo un músico tan camaleónico y dispuesto a cambiar de traje cuantas veces crea necesarias, tampoco llego a entender el que a alguien le moleste. Así que los conciertos de Dylan no se convierten en karaokes (a Dios gracias, con perdón), pero eso no quiere decir que sean espectáculos sólo para fans, ya que, cualquiera que tenga un mínimo de exigencias musicales puede entrar y disfrutar sin el menor problema.

Y además venía sobre aviso de su reciente gira española. Algo en lo que coincidieron todos los cronistas fue en que Dylan se mostró mucho más abierto y menos arisco que en anteriores visitas. Y la primera muestra de ello en el Optimus Alive fue que las pantallas funcionaban (normalmente no deja que le graben), lo cual es de agradecer.

«Don't think twice», segundo clásico en salir.

El concierto comenzó con dos clasicazos: «Rainy day women # 12 & 35» y «Don’t think twice, it’s allright». Y a partir de ahí, para arriba. Sonaron (entre otras y que yo me acuerde): «Ain’t talkin’», «Tangled up in blue», «Desolation row», «It's alright, Ma (I'm only bleeding)», «Ballad of a thin man», «Highway 61 revisited» y «Spirit on the water». Con el público a sus pies, hizo un brevísimo saludo (dijo algo como «muchas gracias, amigos»), se despidieron y nos quedamos esperando los bises: «Thunder on the mountain» y como broche final «Like a rolling stone», la única que fue coreada por el respetable. Para que luego digan que Dylan no hace concesiones.

La banda de Bob Dylan al completo (Foto de Blitz Magazine)

Pero lo mejor del concierto no fue el repertorio en sí (casi impecable, aunque aquí cada uno tiene sus preferencias), si no la banda que acompañó a Dylan, todos excelentes instrumentistas curtidos en mil y una batallas (no en vano, sus conciertos se anuncian como Bob Dylan & His Band): Tony Garnier (bajo y contrabajo), George Receli (batería), Stu Kimball (guitarra), Denny Freeman (guitarra) y Donnie Herron (violin, mandolina eléctrica, slide y pedal steel). Era una gozada ver a Dylan darles cancha a sus músicos mientras se cruzaban miradas de complicidad entre todos ellos. Eso fue algo que me impactó mucho: ver a Dylan sonreír como un chiquillo, consciente de que sus músicos estaban respondiendo y dando un recital que nos dejó a muchos boquiabiertos.

El regalito para el público: «Like a rolling stone»,
clásico indiscutible de la música popular.


El concierto fue, pues, algo diametralmente opuesto a lo que nos ofreció Neil Young la noche siguiente. Este último fue un recital que se vertebró alrededor de la personalidad de Young (y sus guitarrazos): él acaparó toda la atención y llenó el escenario por completo, mientras que la banda ejerció de (perfecto) acompañamiento y se mantuvo en segundo plano. Todo lo contrario que en el de Bob Dylan, en el que fue el de Duluth quien se mantuvo en segundo plano, parapetado tras su órgano (que apenas se oía) y su armónica.

Dos excelentes conciertos que merecieron lo que pagamos por ellos. Y a pesar de que del de Young salí bastante más flipado, hoy soy incapaz de elegir entre uno de ellos.

Joven Frodo

Enlaces de interés:
Página web oficial de Bob Dylan
MySpace de Bob Dylan

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