06 octubre 2009

El triunfo de ver a Neil Young en el Primavera Sound


A finales de febrero, la organización del Primavera Sound anunciaba a bombo y platillo su plato fuerte. Nada más y nada menos que Neil Young, uno de los grandes de la historia del rock y que, lejos de vivir de las rentas, sigue en la línea del frente ofreciendo conciertos increíbles y discos interesantes. De la presencia de Neil Young en el festival hablamos en su momento, y dejamos caer que casi seguro, alguien de Mordor Sonoro estaría presente. Promesa cumplida.

La primera impresión del festival es apabullante. Literal. El despliegue es casi excesivo. Sistemas de seguridad más propios de la embajada de Israel que de un festival de música. ¿A cuanto de qué quitarte la entrada, no vale con romperla? ¿Y para qué diferentes entradas para el día y para la noche? Una vez dentro, la locura. Un total de cinco escenarios, algunos muy alejados unos de otros, hacen que pases la mitad del tiempo deambulando de acá para allá. La impresión final es que sí, que el cartel puede ser muy bueno, pero entre las coincidencias y las carreras de un lado a otro del recinto no llegas a ver ni a la mitad de los grupos.

Así estaba el escenario Rockdelux durante el pase de Deerhunter.
Foto de Alk, Mordor Sonoro Webzine.

Eso sí, excepto en el escenario Pitchfork, el sonido y la disposición era excelente, ya que las instalaciones cuentan con varios anfiteatros que hacen las veces de cómodas gradas. Lo de poder ver el concierto sentado sin peligro de que alguien se ponga delante es algo que, tanto los bajitos los viejunos agradecen.

A parte de fragmentos de conciertos de Deerhunter (excelentes) y Shearwater (interesantes, aunque el sonido era pésimo), esto es lo que dimos de sí.

Maika Makovski presentó su nuevo trabajo.
Foto de Alk, Mordor Sonoro Webzine.

Maika Makovski ha vuelto a pegar un nuevo golpe de timón a su sonido. Me alucina que tras el cambio de Kradiaw a Kraj So Kóferot (una mini reseña aquí) esta chica sea capaz de dar un nuevo giro con tan buen gusto. El rock musculoso del primero se une a la elegancia del segundo para dar canciones que me recordaron a una mezcla de Jon Ulecia y Atom Rhumba. Rock con toques de country, guitarras afiladas y ritmos casi bailables. El público respondió favorablemente a la nueva propuesta de Maika quien incluso llegó a hacer un bis, cosa inaudita en festivales. Esperamos ya que las negociaciones con el máster lleguen a buen puerto y podamos disfrutar pronto del disco.

Kitty, Daisy & Lewis era una apuesta casi segura. Tras disfrutar mucho con su primer álbum homónimo, quedaba comprobar cómo llevaban éste al directo. Poco ayudados por papá (guitarras y banjo) y mamá (contrabajo) los tres hermanos dieron toda una lección de actitud desde que salieron al escenario. No es cosa de risa que, entre los tres, llegasen a tocar más de seis instrumentos (guitarras, órgano, acordeón, batería, banjo, trombón, xilófono... y alguno me dejaré). Su directo hace que el más incrédulo por su propuesta caiga rendido a sus pies.

Kitty, Daisy & Lewis: algo más que un hype.
Foto de Alk, Mordor Sonoro Webzine.

Llegó el turno de Neil Young, por eso estábamos allí. El escenario y la banda eran los mismos que en el Optimus Alive del año pasado; todo indicaba, pues, que la magia de aquel concierto iba a repetirse en Barcelona. El canadiense arrancó con «Mansion on the hill» y «Hey hey, my my (Into the black)». Parecía que se iba a repetir el show atronador del año pasado en el Optimus Alive (incluso la banda era la misma), pero con «Are you ready for the country» Neil Young se sentó al órgano y el concierto se serenó un poco. La verdad es que hasta «Everybody knows this is nowhere» (el primer clasicazo que puso al público a los pies del canadiense) el sonido fue más que mejorable. Algo totalmente incomprensible y una cagada tremenda por parte de la organización, que tampoco ha explicado porqué en vez de las dos horas y pico prometidas el concierto se quedó en una escasa hora y media.

Siguieron cayendo clásicos imperecederos como «Pocahontas», «Cortez The Killer», «Cinnamon girl» (con TODO el público desgañitándose), «Mother Earth», una vibrante «The needle and the damage done», las emotivas «Heart of gold» y «Old man» y, ya terminada la parte «acústica», una tremenda «Down by the river» en la que la banda atacó el que terminó siendo el tema más largo de la noche; solos y guitarrazos a mansalva nos devolvieron al Young más fiero. Para terminar, cayeron «Rockin' in the free world» y, como único bis «A day in the life», con distorsiones, feedback y rotura de cuertas.

A las 21:30, el mundo se paró.
Foto de Alk, Mordor Sonoro Webzine.

Sorprendió que, tratándose de una gira de presentación no tocase apenas nada de Fork in the Road, del que sólo cayó «Get behind the wheel». Yo, sinceramente, lo agradecí, ya que este álbum es más bien flojo y no aguanta el tipo ante los más recientes Prairie Wind (2005) o, sobre todo, el enorme Chrome Dreams II (2007), del que cayó «Spirit road». Y por las sonrisas del personal, diría que la mayor parte del público también lo agradeció.

Sonic Youth fueron los únicos que hicieron sombra al padrino del grunge, incluso por momentos llegaron a superar a su viejo ídolo, por mucho que me joda reconocerlo. Es increíble como pudieron sonar tan bien, con un sonido perfecto, cuando Neil había tenido sus problemas al principio del pase. Tras entregar el fantástico The Eternal (deudor de los Sonic Youth de los noventa; me recuerda mucho a Dirty y a Experimental Jet-Set, Thrash, and no Star. Este último por cierto, es el primer CD que me compré), los neoyorquinos están exultantes y su actuación en el festival fue una buena muestra. Un verdadero torbellino sónico que noqueó al público y puso de rodillas a incluso a los no creyentes en la religión del noise y del feedback. Todo un conciertazo que dejó a muchos (yo incluido) con la lengua lamiendo colillas.

Black Lips: despiporre garantizado y hostias como panes.
Foto de Alk, Mordor Sonoro Webzine.

Y con los Black Lips llegó el desparrame. Tras dar dos conciertos en el festival ese mismo día (uno en la carpa de myspace y otro en formato acústico), los de Atlanta llegaron para partir la pana y demostrar que, más allá de ser el nuevo hype de las revistas de tendencias, lo suyo es clase, fuerza y (des)control. No se quién fue el membrillo que les programó tan mal, nada menos que a las 3:00 de la mañana, en el escenario más pequeño y «compitiendo» con DJs en el resto de escenarios. Un cúmulo de factores que sumados a su progresiva popularidad hicieron que el concierto se petase y no cupiese ni un alfiler. El público se mostró con ganas de montarla (inolvidable el hielazo en la cara de Jared Swilley —bajo y voz— ¡antes de que siquiera empezasen a tocar! y que aguantó sin decir ni esta boca es mía) y los Black Lips correspondieron: la montaron. Los pogos, empujones y saltos fueron constantes desde el minuto cero, tanto que al final decidimos retirarnos. Aguantamos como ocho canciones, pero no estaban los cuerpos para el lerele. La próxima vez hasta el final. Prometido.

Texto: Joven Frodo
Fotos: Alk

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