09 noviembre 2009

Pony Bravo en la «Noche en blanco»

El pasado 19 de septiembre fue la noche en blanco madrileña. Es uno de esos eventos culturales que tanto le gustan a Gallardón, porque le proporcionan una cohartada moderna y cultureta con la que mitigar su verdadero rostro de liberal derechoso. Pero frente a la propaganda también existe la magia, traída esta vez por cuatro titiriteros andaluces que responden por Pony Bravo. Recién llegados de su Arcanul, los Ponys nos trajeron su magia en forma de canciones que te atrapan, que viajan por tu cerebro hasta que se quedan ahí acurrucadas, manteniéndose vívidas mientras otros recuerdos se van marchitando y cediendo al inexorable paso de los días, incapaces de abrir el tiempo y vivir.

Que Pony Bravo son un grupo muy grande no lo puede dudar nadie que les haya visto sobre un escenario. Tras ser testigos de como los Ponys hacen que unas canciones, ya de por sí ricas y complejas, crezcan tanto en directo, de como buscan una nueva forma de retorcerlas y exprimir todo el jugo que pueden llegar a dar, no queda sino quitarse el sombrero, decir «olé», y regodearte en lo que acabas de ver. Y es que hay veces que viendo la vida se vive.

La clara voluntad de experimentación de Pony Bravo tiene, claro, un reverso tenebroso. Como ellos mismos nos dijeron en la entrevista que grabamos imstentes antes de su concierto, hay momentos en los que no parecen tener claro por dónde tirar. «La rave de Dios», una de las nuevas canciones que tocaron, fue el ejemplo perfecto de ello; el grupo la alargó tanto que al final las bases electrónicas terminaron desdibujándo lo que empezó sonando prometedor.




No podemos decir que fue un concierto perfecto, ya que hubo pequeños problemas con el sonido y con algunos instrumentos, que repercutió para mal en algunos temas, como «El pony bravo». Pero sí que se puede afirmar que fue intenso e hipnótico. Es increíble ver como cuatro musicazos se van turnando en la batería, el bajo, la guitarra, los teclados y las percusiones sin que ninguno desatine. En directo son capaces de desprender una intensidad que, visto lo visto, queda ahogada por el plastificado del disco, sacándole todo el partido a los machacones ritmos de «El baile», «El piloto automático» o «I can see». Y lo mejor es que esa intensidad añadida no le resta el halo onírico que, espeso como el humo de la marihuana, rodea a sus canciones; la peculiar e hipnótica voz de Dani y las bizarras melodías de los cuatro Ponys se expanden lentamente por la consciencia como un buen viaje de ácido; «Sunset», «El guarda forestal» o «La niña de fuego» (una increíble versión de Manolo Caracol, de esas que te hacen caer rendido) parecen tan irreales como los recuerdos en una mañana de resaca.

Fue un concierto soberbio, en el que vimos la luz que Pony Bravo nos trajeron de Arcanul... y se nos cayeron las bragas. Eran negras.

Texto: Joven Frodo
Fotografías: Alk
Enlaces de interés:
Pony Bravo | mySpace | página web | Canal de YouTube

No me resisto a poner un vídeo de «La niña de fuego». No es de la Noche en Blanco, pero es demasiado bueno como para dejarlo pasar:



«La niña de fuego», por Pony Bravo en Vimeo.

No hay comentarios: