20 marzo 2009

Danzando en el desierto de los Coronas El baile final

Me pasa una cosa curiosa con El baile final, el último discazo de Los Coronas. Y es que soy incapaz de escucharlo sólo una vez. Según acaba, vuelvo a darle al play o voy pinchando canciones sueltas según se me antoja.

Fernando Pardo nos dijo en una entrevista que había dos tipos de grupos: los que se habían formado antes del punk y después del punk. Por eso ellos tocan con una urgencia punk que hace que sus temas suenen contundentes y con fuerza. Los Straitjackets pueden tocar mejor y sus discos pueden sonar limpios y cristalinos. Cuestión de técnica. Vale, pero yo quiero algo más. Y Los Coronas me dan ese algo. Dejando por sentado lo enormes instrumentistas que son los cuatro, el tándem Fernando Pardo-David Krahe tiene algo más que técnica. Tiene talento para componer y valentía para ir más allá cuando los caminos se estrechan.

El acelerón que Caliente Caliente supuso respecto a su obra anterior no es nada comparado con el volantazo que han pegado ahora. Un paso de gigante. Con valentía y sin temer a los integristas del género. Así, es paradójico decir que El baile final aporta un montón de aire fresco al género del surf. Toneladas de aire, podríamos decir, pero no fresco precisamente. Y es que los Coronas abandonan las refrescantes brisas playeras por el aire cálido del desierto. Sus composiciones saben más a polvo y peyote que a agua y salitre.

¿El mejor grupo de rock instrumental del mundo?
Foto tomada de su página web.

«Como una película de Curro Jiménez dirigida por Sam Peckimpah». No se me ocurre mejor manera de decirlo que parafraseando a Fernando Pardo. El álbum rezuma toques hispanos por todos los surcos, no en vano, el propio Fernando comentaba que habían introducido escalas del «Entre dos aguas» de Paco de Lucía. El resultado es espectacular: tangos («Libertwango», versión de Astor Piazolla), rumba («Los rumbaleros»), flamenco y pasodobles («Sangre en la arena»), todo ello aderezado con grandes dosis de Morricone , visibles en «Rancho Leone», «Jinetes radiactivos (impresionante mezcla del «Ghost riders in the sky» de Stan Jones y «Radioactivity» de Kraftwerk) y las ya mencionadas «Los rumbaleros» y «Sangre en la arena». Además, como decía más arriba, todo ello tocado con una inmediatez y contundencia punk (brutal «Big wave riders») que les permite virguerías como mezclar el «California über alles» de Dead Kennedys con pasodobles surferos en su pasado concierto en El Sol.

Además de esa particular visión de la música surf que han acuñado, Fernando Pardo no se cansa de decir que su álbum tiene un sonido más cinematográfico que fronterizo. Y es que, aunque el rock fronterizo de Calexico (grupo del que David Krahe admite las influencias y del que se ha declarado admirador) esté presente en muchos cortes del álbum, las referencias al séptimo arte son abundantes: «Sangre en la arena», «Rancho Leone», «El baile final» o «Alamerde», su particular homenaje a Fernando Fernán-Gómez y que va camino de convertirse en uno de sus himnos.

Y para acabar, si después de esta chapa no te pica la curiosidad, por favor, échale un oído en suSpace. Y si ni así te entra, sólo me queda decir... «¡Váyase usted a la mierda... A LA MIERDA!».

Joven Frodo

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