
Todavía sigo sin asimilarlo. Todos los días leía con fruición la columna de
Javier Ortiz en el diario
Público. El miércoles, después de leer la que sería su última columna, me enteré de que había muerto la noche anterior. En los dos días que han pasado, sigo abriendo la página de Público y voy a la sección de opinión, siguiendo una mecánica costumbre diaria.

A Javier Ortiz le encantaba
Emmylou Harris. Era
algo conocido por todas las personas que le leíamos con regularidad. Así que, cuando me enteré de la noticia, decidí rendirle un homenaje personal y me puse a escuchar
Pieces of the Sky, su segundo álbum y la que sería su primera obra maestra. «Bluebird wine», «Too far gone» y «If I could only win your love», las tres primeras canciones, ya lo dicen todo sobre el álbum. La primera, una trotona tonada country-rock, con estupendos arreglos de
slides, dobros y banjos. «Too far gone» nos muestra su lado melancólico, con un precioso piano llevando la melodía y unas melancólicas slides acompañándolo. La tercera nos muestra unos estupendos juegos de voces que se repetirán a lo largo del disco. Country, folk y preciosismo pop se dan la mano en esta magistral colección de interpretaciones, ya que Emmylou sólo compuso un tema, a medias con
Billy Darnoff. Se trata de la emotiva «Boulder to Birminghan», dedicada a
Gram Parsons y que Emmylou canta con emoción contenida.
Pieces of the Sky me tuvo atrapado cuando lo descubrí y ahora ha vuelto a hacerlo. Llevo dos días escuchándolo sin parar. A modo de ejemplo, ayer me compré
Together Through Life, el último trabajo de
Bob Dylan. Los que me conocen saben lo mucho que me gusta Dylan. Pues bien, sigo sin haberlo escuchado. Hoy, como ayer, sólo he tenido oídos para Emmylou Harris.
Pero la vida sigue y Mr. Dylan aguarda en la pila de CDs para escuchar. No le hagamos esperar más. A tu salud, Javier.
Joven Frodo
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