22 abril 2009

Justin Townes Earle continua pisando firme con Midnight at the Movies

Menos de un año ha tardado el vástago de Steve Earle en publicar su segundo trabajo, titulado Midnight at the Movies. Justin Townes Earle publicó su excelente ópera prima, The Good Life, en marzo del año pasado. Fue un disco que no pasó desapercibido para Mordor Sonoro.

Creo que en este caso concreto, hablar de referencias se me antoja un tanto peregrino. Podríamos hablar de Woody Guthrie, Nina Simone, Carl Perkins, Neil Young, Bod Dylan... pero sería de perogrullo. ¿Quien que haga música de raíces estadounidenses no va a tener, en mayor o menor grado, estas influencias? Podríamos mentar también a Jason Rongenberg, Mark Olson, Lambchop... pero estando ante alguien que ya se ha acuñado un estilo propio como Justin Townes, lo mejor es comparar sus dos álbumes y ver en que dirección se mueve su música.

El disco es la lógica continuación de The Good Life y muestra a un Justin Townes cómodo en su collage de roots music. Las composiciones y los arreglos se mueven en la misma línea que en su álbum de debut y ha contado con la misma banda de apoyo que, de nuevo, se queda en segundo plano para ejercer de estricto acompañamiento, pero que sabe dar un tono chulesco a las canciones de Justin. Siguen estando ahí las delicadas steels de Pete Finney (tremenda «Mama's eyes») o el banjo y la mandolina trotones de Cory Younts (la divertida «Halfway to Jackson»), que juntas forman efectivos juegos («Black eyed Suzy»). Este inmovilismo no es algo malo en sí mismo (creo que es todavía pronto para empezar a exigir cambios) pero que, de perpetuarse en futuros trabajos, puede llegar a hacerse un poco cansino. No obstante hay visos para esperar una vuelta de tuerca en el futuro, ya que sí se pueden encontrar tímidos pasos adelante, que aunque vengan en forma de versión («Can't hardly wait», de The Replacements) hay que valorarlos como tales.

Nuevamente atrapado por el joven Earle.
Foto © de Joshua Black Wilkins.

Bien mirado, Steve y Justin Townes tienen en común el ser hijos de su tiempo. La época de Steve Earle era de rotura y escape, de revisión y reformulación del anquilosado country. A Justin le ha tocado, en cambio, una época que mira al pasado más que al futuro, y que busca sin miramientos el reflejo del pasado, de mejores tiempos. Vivimos en una época en el que no se deja de repetir que todo está inventado, y aunque no puedo estar de acuerdo con eso de que «cualquier tiempo pasado fue mejor», en el caso de Justin Townes Earle bendita sea esa dulce nostalgia.

Joven Frodo

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