13 marzo 2008

Modotti. Una mujer del siglo XX, de Ángel de la Calle

Tina Modotti fue una fotógrafa y revolucionaria italiana. Hija de un obrero socialista, a los doce años ya estaba trabajando en los telares de su ciudad natal hasta que emigró con su familia a la tierra prometida de EE.UU. Allí trabajó en un taller de costura y como modelo y actriz, lo que le permitió conocer a la intelectualidad de izquierdas de la época y al fotógrafo Edward Weston, de quién se convirtió en modelo, amante y aventajada discípula.

Modotti viajó al México post-revolucionario con Weston, donde realizó sus mejores trabajos fotográficos a la par que conoció a personalidades como Diego Rivera, Frida Khalo, Vittorio Vidali, Sandino o el cubano Juan Antonio Mella, quien se convirtió, tras la partida de Weston, en el gran amor de su vida. Tina se afilió al Partido Comunista y militó activamente en campañas de apoyo al General Sandino o a Sacco y Vanzetti. Tras el asesinato de Mella (del que ella fue testigo), la acusaron injustamente de participar en él (algunos sostienen que participó activamente o que encubrió al culpable) y terminó expulsada del país tres años después por su supuesta implicación en el intento de asesinato del entonces presidente Pascual Ortiz Rubio.

En México realizó sus mejores trabajos.
(
Canana, mazorca y hoz, 1927, fotografía de T. Modotti).

De allí marchó a Berlín y luego a Moscú, donde trabajó apara Socorro Rojo Internacional (aunque algunos biógrafos postulan que fue una agente del KGB y la KOMINTERN) y tuvo una amistad con Eisenstein. Fue en la URSS donde definitivamente abandonó la fotografía. En medio del periodo de purgas estalinistas se trasladó a España, donde trabajó con Socorro Rojo apoyando a los obreros represaliados tras la revolución asturiana de 1934. Cuando estalló la Guerra Civil española se alistó en el 5º Regimiento, que fue fundado por Vidali, con quien mantenía una relación sentimental desde que llegó a Moscú.

Telephone wires, 1925, fotografía de Tina Modotti.

De allí se exilió a México, donde se le retiró la orden de expulsión (vigente a su llegada) y murió de un ataque al corazón en 1942. Pablo Neruda, entonces cónsul chileno en México, escribió el epitafio de su tumba, en una zona humilde del panteón de Dolores.
Tina Modotti, hermana, no duermes, no no duermes:
tal vez tu corazón oye crecer la rosa
de ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa.
Descansa dulcemente, hermana.
Esta es la historia que cuenta Ángel de la Calle en su excelente cómic Modotti. Una mujer del siglo XX. El estilo me recuerda mucho a Maus de Art Spiegelman y, como en aquel, los sencillos dibujos esconden un relato con enjundia y de gran calado intelectual y emocional.

Ángel de la Calle conoce perfectamente la biografía de Tina Modotti. Los datos que presenta son abrumadores; infinidad de nombres, personajes, fechas y acontecimientos que apabullan al lector, por no hablar de la cantidad de guiños que el autor hace de libros, películas, poemas, cuadros o fotografías, al igual que su admirado Alan Moore. Unos explícitos, otros escondidos en los dibujos y que no afectan al corpus de la narración .

Pero lo realmente bueno de este cómic no es lo meramente biográfico, sino la capacidad del autor para presentar un retrato psicológico de Modotti o reflexionar sobre el antiguo debate de si la estricta militancia política y el sectarismo al que esta, en ocasiones, nos lleva, termina por ahogar la creación intelectual y artística. Así nos encontramos en la primera parte con una mujer alegre, jovial y enamorada, sin una militancia estricta, pero cuyo estilo de vida provoca la reacción de las mentes conservadoras mexicanas. Si la lucha revolucionaria pasa por destruir los pilares de la sociedad (y con ellos, obviamente, la moralidad) ¿no es tan subversivo ducharte desnuda en tu terraza como agitar a los obreros de una fábrica para apropiarse de los medios de producción?

Tina Modotti en su terraza de méxico (fotografía de E. Weston).

Así, las dos partes de la obra contrastan entre sí, apreciándose claramente la evolución anímica e ideológica del personaje: una primera parte luminosa que presenta una Tina Modotti alegre, con ganas de vivir y de cambiar el mundo frente a la segunda parte donde, ya convertida en una militante ortodoxa deja de lado esa jovialidad y la lástima y negrura en sus últimos años cobran todo el protagonismo. No quiere decir que no se entregase con gran tesón a su importante trabajo revolucionario, pero da la impresión de ser más una obligación autoimpuesta. México fue la luz, Berlín y Moscú, la sombra.

Hombres leyendo El Machete, 1929, fotografía de Tina Modotti.

Además, el autor es lo suficientemente inteligente para dejar claro qué partes de la biografía de Modotti contienen luces y sombras, contando en primera persona sus especulaciones sobre esos episodios, haciendo así una mezcla muy interesante entre realidad y ficción.

Otros episodios que funcionan como interludios, recogen la historia paralela de cómo Ángel de la Calle conoció y se obsesionó con el personaje de Modotti. En la mayoría aparece con su amigo Paco Ignacio Taibo II (gran escritor de novela negra y organizador de la Semana Negra de Gijón, además de prologuista del cómic), y sirven tanto para respirar y romper un poco la densa lectura de la biografía, como para introducir algunas dosis de humor, como esos episodios en los que, borracho perdido, el autor sueña con una discusión política entre dos ancianos: Bruce Wayne (el trotskista derrotado y amargado) y Clark Kent (el cínico y resignado estalinista).

Esta gran novela gráfica ha recibido varios premios internacionales. Por ejemplo fue nominada como mejor obra y guión en el Salón del cómic de Barcelona y premio de la crítica en 2005.

La obra original en dos volúmenes ha sido editada en un único tomo por la editorial Sins Entido y ha sido publicada en Brasil, Italia, Portugal y México.

Leerlo es hacer justicia a Tina Modotti, otro más de tantos personajes injustamente olvidados de la historia oficial del siglo XX.
Joven Frodo

«Tina Modotti ha muerto», poema de Pablo Neruda:
Tina Modotti, hermana, no duermes, no no duermes:
tal vez tu corazón oye crecer la rosa
de ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa.
Descansa dulcemente, hermana.

La nueva rosa es tuya, la nueva tierra es tuya:
te has puesto un nuevo traje de semilla profunda
y tu suave silencio se llena de raíces.
No dormirás en vano, hermana.

Puro es tu dulce nombre, pura es tu frágil vida,
de abeja, sombra, fuego, nieve, silencio, espuma,
de acero, línea, polen, se construyó tu férrea,
tu delgada estructura.

El chacal de la alhaja de tu cuerpo dormido
aún asoma la pluma y el alma ensangrentadas
como si tu pudieras, hermana, levantarte,
sonriendo sobre el lodo.

A mi patria te llevo para que no te toquen,
a mi patria de nieve para que tu pureza
no llegue al asesino, ni al chacal, ni al vendido:
allí estarás tranquila.

¿Oyes un paso, un paso lleno de pasos, algo
grande desde la estepa, desde el Don, desde el frío?
¿Oyes un paso de soldado firme en la nieve?
Hermana, son tus pasos.

Ya pasarán un día por tu pequeña tumba,
antes de que las rosas de ayer se desbaraten;
ya pasarán a ver los de un día, mañana,
donde está ardiendo tu silencio.

Un mundo marcha al mundo donde tú ibas, hermana.
Avanzan cada día los cantos de tu boca
en la boca del pueblo glorioso que tú amabas.
Tu corazón valiente.

En las viejas cocinas de tu patria, en las rutas
polvorientas, algo se dice y pasa,
algo vuelve a la llama de tu adorado pueblo,
algo despierta y canta.

Son los tuyos, hermana: los que hoy dicen tu nombre,
los que de todas parte del agua, de la tierra,
con tu nombre otros nombres callamos y decimos.
Porque el fuego no muere.

2 comentarios:

vinagron dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
vinagron dijo...

He eliminado yo mi entrada en la que me expresaba muy mal. Quería agradecer estas referencias que hacéis, gracias a las cuales me acerqué a "píldoras azules" y flipé. Ahora estaré al tanto de esta.
¡¡¡¡Salud y alegría!!!!