El libro, por lo que he leído por ahí, parece ser que seguirá la tónica de otros escritos suyos basados en pequeños relatos como Bocas del tiempo, Las palabras andantes o El libro de los abrazos. En este caso Galeano pretende escribir una historia del mundo «desde un punto de vista concreto: el de los que no salieron en la foto». Se desmarca así de otros libros suyos donde los hechos se exponen de una forma más desarrollada como pueden ser Las venas abiertas de América latina o Patas arriba. La escuela del mundo al revés.
Es imposible no conmoverse ante la escritura de Galeano. Lo más grande que tiene es esa capacidad suya para saber comprimir en dos líneas un punto de vista que a muchos les costaría párrafos y párrafos de explicaciones farragosas. Pequeños ensayos, podríamos decir. Porque no son relatos sin más. En cada uno de ellos se esconde una moraleja que puede ser más o menos explícita, pero que siempre está del lado de los pobres y desfavorecidos, de los pueblos del tercer mundo esclavizados por la voracidad del capitalismo primermundista. Galeano ataca sin piedad y señala con dedo acusador a los amos del mundo, los que tienen en sus manos los hilos del poder que nos hacen bailar al son que ellos marcan.
Al igual que Joe Sacco hace en sus cómics, donde mezcla crónica periodística, diario de viaje y reflexión política, Galeano consigue fundir en sus pequeños relatos la prosa con la poesía, la reflexión histórica con la denuncia política, mostrando un punto de vista de las cosas que muchas veces se nos escapa; mitificando pequeñas gestas que a nuestros ojos carecen de importancia o señalando el lado oculto de muchos otros aspectos mitificados hasta extremo por la historiografía occidental:
«La emperatriz cristiana Teodora nunca dijo ser revolucionaria, ni cosa por el estilo. Pero hace mil quinientos años el imperio bizantino fue, gracias a ella, el primer lugar del mundo donde el aborto y el divorcio fueron derechos de las mujeres.»
«En nombre de la libertad, la igualdad y la fraternidad, la Revolución Francesa proclamó en 1793 la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Entonces, la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. La guillotina le cortó la cabeza.
Medio siglo después, otro gobierno revolucionario, durante la Primera Comuna de París, proclamó el sufragio universal. Al mismo tiempo, negó el derecho de voto a las mujeres, por unanimidad menos uno: 899 votos en contra, uno a favor.»
Joven Frodo
Enlaces de interés:Eduardo Galeano | en patrigrande.net | Wikipedia
Espejos, página promocional
Entrevista en Público
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