Pero empecemos desde el principio. Steve Earle está de gira presentando su notable Washington Square Serenade (del que hablamos aquí) con su compañera Allison Moorer.
La gira estaba anunciada como acústica; en esta ocasión Earle dejaba de lado a The Dukes para defender su repertorio él solito.
La velada comenzó (con puntualidad británica) con Allison Moorer, que nos dejó anonadados con su preciosa voz, sus buenas canciones y una acústica perfecta. No tengo nada suyo, craso error, máxime cuando en su anterior visita ya me gustó mucho. Eso ya lo estoy solucionando. Media horita con el público a sus pies y se despidió.
Vaya voz, amiga Allison.
Y al rato salió Steve Earle, armado con una guitarra y una armónica, tocando temas de sus anteriores álbumes, como «South Nashville Blues», «Billy Austin» o, cómo no, «The Devil’s Right Hand». Durante más de media hora ni asomo de sus nuevas canciones. «Extraña forma de presentar nuevo disco», pensaba yo.
El público estaba entregado, aunque algo desangelado. Pero el vaquero socialista tenía un as en la manga. Llegó un momento en el que bajó un DJ, se puso detrás de una mesa de mezclas con cachivaches electrónicos y, ¡milagro!, el público se vino arriba. Empezó a sonar a todo volumen la base de «Tennessee Blues» y Earle cantando y tocando la guitarra por encima. Y así fueron cayendo (casi) todas las canciones de su nuevo álbum. La conjunción electrónica-country-folk era alucinante y nadie en la sala daba crédito. Todos los comentarios que oía a mi alrededor eran de asombro ante lo bien que estaba sonando. Ya nadie se acordaba de The Dukes. Incluso revisitó alguna vieja canción como «CCKMP», que sonó extraordinaria.
Con «Tennessee Blues» el concierto cambió.
Fueron alternándose temas con bases electrónicas con temas acústicos, como cuando salio Moorer a cantar la preciosa «Day's Aren't Long Enough» o «City of Inmigrants» (de nuevo con bases). Earle estaba a gusto y con el público en el bolsillo, con el que bromeó constantemente o al que animó a corear y cantar con él en «Steve's Hammer (for Pete)», uno de los momentos cumbres del concierto. Y, por supuesto, hubo discurso político.
«Day's Aren't Long Enough».
«City of Inmigrants», a trío.
Y así hasta que, tras una hora y media se despidió, puño en alto, entre los aplausos y gritos del personal. El bis que siguió fue memorable (ya sin bases), con «Jerusalem», una versión de su maestro Townes Van Zandt, «Fort Worth Blues» y «Copperhead Road».
Y así salí de la sala, flotando y con la lengua lamiendo colillas.
Increíble.
Joven Frodo
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Allison Moorer | myspace | página web
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2 comentarios:
Joder no sabia que ibas!!!!!!!que envidia cabrón!!!!!!!!!!!!!!!!!
Perrunilla
No puedo estar más de acuerdo contigo. Estupenda crónica!
Me encantó el concierto y me encantó poder compartirlo contigo. Muchas gracias!!! Siempre crezco a tu lado.
Ana
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